ELS PLAERS DIARIS: J. L. BORGES

Carrer de Buenos Aires

M’agrada creure que puc construir-me els dies sense comptar amb res més del que ja tinc i confiant sobretot en mi mateixa. Hi ha els imprevistos, els que són benvinguts i aquells que ens destorben. Hi ha les desgràcies però aquestes són apart. Parlo de construir els dies corrents amb noms normals com és ara dimarts o fins i tot diumenge cap al tard. Sempre és bo valorar que una cançó escollida, un poema, la conversa amb algú que estimem o un fragment de novel•la són els fins acabats d’una jornada que, indefugiblement, ens farà renunciar a seguir conscients perquè ja no gaudim del que tenim davant dels ulls o d’allò que escoltem amb callat entusiasme. Avui, abans d’anar a dormir he triat dos contes de Jorge Luis Borges, breus i vells, perfectes com dues inqüestionables fórmules algebraiques. Els voleu compartir? Quedo a la espera dels vostres comentaris i, com sempre, us saludo molt atentament.

Delia Elena San Mateo

Nos despedimos en una de las esquinas del Once.

Desde la otra vereda volví a mirar; usted se había dado la vuelta y me dijo adiós con la mano.

Un río de vehículos y de gente corría entre nosotros, eran las cinco de una tarde cualquiera; cómo iba yo a saber que aquel río era el triste Aqueronte, el insuperable.
Ya no nos vimos y un año después usted había muerto.

Y ahora yo busco esa memoria y la miro y pienso que era falsa y que detrás de la despedida trivial estaba la infinita separación.

Anoche no salí después de comer y releí, para comprender estas cosas, la última enseñanza que Platón pone en boca de su maestro. Leí que el alma puede huir cuando muere la carne.

Y ahora no sé si la verdad está en la aciaga interpretación ulterior o en la despedida inocente.
Porque si no mueren las almas, está muy bien que en sus despedidas no haya énfasis.

Decirse ádiós es negar la separación, es decir: Hoy jugamos a separarnos pero nos veremos mañana. Los hombres inventaron el adiós porque se saben de algún modo inmortales, aunque se juzguen contingentes y efímeros.

Delia: alguna vez anudaremos ¿junto a qué río? Este diálogo incierto y nos preguntaremos si alguna vez, en una ciudad que se perdía en una llanura, fuimos Borges y Delia.



La trama

Para que su horror sea perfecto, César, acosado al pie de una estatua por los impacientes puñales de sus amigos, descubre entre las caras y los aceros la de Marco Junio Bruto, su protegido, y exclama: ¡Tú también, hijo mío! Shakespeare y Quevedo recogen el patético grito.

Al destino le agradan las repeticiones, las variantes, las simetrías; diecinueve siglos después, en el sur de la provincia de Buenos Aires, un gaucho es agredido por otros gauchos y, al caer, reconoce a un ahijado suyo y le dice con mansa reconvención y lenta sorpres (estas palabras hay que oírlas, no leerlas): ¡Pero, che! Lo matan y no sabe que muere para que se repita una escena.

Jorge Luis Borges
El Hacedor
Alianza emecé 1960

Fotografia presa del blog El espectador